Hundida en la soledad de tu ausencia, navega mi alma en un barco de papel con marineros de migas de pan. El capitán del barco es un eximio resto de pan dulce navideño; con sus pasas de uva y sus frutas secas colgadas de las solapas a modo de medallas logradas en batallas perdidas, timonea el barco de manera diestra, en esta difusa tormenta de soledades. Mi alma, pasajera de primera clase, se siente aturdida en semejante crucero.
Es que vos no estás, vos te fuiste, vos me dejaste, vos me abandonaste. Tus labios miran otros labios, tus manos besan otras manos y tus ojos tocan otros ojos.
Puedo imaginar tu piel erizada ante un nuevo roce y mi propia piel, mía de mi propiedad, se esconde, se amotina y se tiñe de angustia. Es que mi dermis no respira sin la tuya, mis poros se han cerrado y mis dedos ya no silban a tu compañía.
Yo estoy partido; una pequeña parte se quedó a mi lado, la otra más grande se fue con vos. Con ella se marchó mi cuore y lo tenés vos, eso me reconforta; aunque indiferentes, sé que está en buenas manos. Conmigo se quedó mi cabeza, mi pensamiento, mi mecanismo para idear el plan perfecto y así traerte otra vez a mi lado. Un plan sin fisuras, sin huecos; tengo el mejor cemento, la mejor arena y una buena carga de agua mineral para hacer la mezcla jamás hecha y edificarlo de forma excelente. Y tenerte y quererte y no perderte. Y amarte y abrazarte y no extrañarte. Y sentirte y divertirte y no mentirte.
Me equivoqué ¡lo sé! Torpezas propias que te otorga la ignorancia. Es que no podés saber que el amor duele hasta que lo perdés. Aunque me queda el placer de haberte amado y de creer que en algún momento vos también me amaste. A veces la soledad de haberlo hecho me intimida y me acobarda. Me duele el dedo gordo del pie izquierdo que tiene comunicación directa con el corazón que te llevaste.
Hoy todo está roto, incluso este barco de papel que naufraga en la solitaria tormenta. No le queda mucho tiempo, tiene agujeros y las migas de pan se hinchan con el agua. Mi Titanic de papel.
Mi alma mira el cielo buscando el sol sin encontrarlo. ¡Claro! Se fue en tu mirada. Esa mirada que hoy disfruta de otros amaneceres que, aunque no sean soleados, son otros y muy diferentes a los que veíamos juntos.
¡No importa! Desde mi soledad y mi angustia, mi alma náufraga intentará conquistar otras islas, otros continentes; y así volver a teñirse de alegría y compañía que, aunque distintas a las que vos le diste, la elevarán a cielos y a niveles de felicidad todavía inexplorados por ella.
Fernando A. Narvaez
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