Tenés todo lo que una persona normal tiene y necesita, que no siempre es todo lo que desea.
Tenés el trabajo que siempre soñaste, rodeado de música y libros. Lo habías cambiado de la noche a la mañana.
Te ofrecieron la misma guita, menos horas, a veinte minutos de tu casa y en una empresa mucho más respetable.
Tenés la dicha de no estar solo. Tu Familia te apoya y está siempre con vos.
Tenés una pila de discos y un discman que, aunque prestado, te acompaña para que la música no te abandone en ningún momento.
Tenés siempre a mano un libro del cual aferrarte. Un libro que te absorbe los ojos devorándote el cerebro.
Tenés cargado en el lomo un par de derrumbes amorosos. También en el prontuario, demoliste sin justificación pero sin alevosía otros corazones.
Tenés el olor de la muerte en las narices cada vez que te acordás de tu viejo y su partida a la Villa de las Constelaciones.
Tenés a mano un paquete de puchos con el cual fabricar ceniza y fumarte los tiempos de espera, de soledad y de desazón.
Tenés en la memoria el recuerdo de la soledad. Ese recuerdo que te hizo temerle y darte cuenta de que no querés morirte solo. Sabés lo que no querés porque lo viviste y, seguramente, conocerás muchas cosas más a las cuales temerle.
Tenés Amigos incondicionales a los que amas y que te soportan.
Tenés esa novia eterna con la cual jamás vas a poder estar.
Tenés un perro. Inseparable paladín y compañero que lo único que te reclama es que lo primero que debés hacer cuando llegas de trabajar, es sacarlo a dar su vuelta merecida por la retención, la espera y su movida de cola eterna.
Tenés una hoja y un papel.
Tenés un Sabina, un Serrat, un Bunbury. Un Serrano, un
Syqnus, un García. Un Spinetta, un Páez, una
Biopuritas. Un Borges, un Saramago, un Sábato. Una
Dark Rusa, un Rodríguez, un Aute. Una
Lukre, un García Márquez, un Milanés. Un Jagger, un
Albus, Un Bono. Tuviste y tenés en el corazón, un Lennon, un Cortázar, una
Paquilou, un Pappo, un Tolkien, un Abuelo y un Luca. Todos ellos para echarte una mano y soplarte al oído algunas palabras cuando a vos te faltan.
Tenés un
Ámbar labrado a fuego en la piel, una especie de Sherezade dispuesta a compartir no sólo mil y una noches con vos. A la que, al igual que a la
Salomé de Bunbury, le concederías todos los imposibles. Aunque ni vos ni Ámbar estén donde quisieran estar, tenés Amor.
Tenés todo eso y más. Decime: ¿Qué más querés?
Autos, camionetas, casas en countries, viajes a Disney, tarjetas de crédito, cenas diarias en Puerto Madero, Spa, Yacuzzi.
¿PARA QUÉ?
Autor: Fernando Narvaez
Arreglos y dirección: Gons (
Syqnus)